Corrían los primeros años de la década de los 2000. Yo vivía en Guanajuato, en mi segunda casa en esa ciudad, ubicada en la calle Sangre de Cristo. Una casa muy rara, pero que al ver la cantina que tenía en la sala, nos enamoramos de ella. Obvio nunca tuvo mas de 2 botellas, ya que como eramos estudiantes, nunca duraban.
La casa era un pasillo que tenía los cuartos a un lado y a veces para poder ir al baño teníamos que cruzar una recamara.
Una de las tantas veces que llegue jarra a la casa, me metí al cuarto de mi amigo Meño. Eran de esos cuartos que cuando apagabas la luz ya no se veía nada y pues menos en el estado en el que estaba. Total, llegué al cuarto referido y le empecé a hablar a mi compa, y él muy cortés me dijo que de donde venía, y yo contestándole, en forma pesada como nos llevábamos, que venía de la casa de su novia que tenía en aquellos tiempos en la ciudad de León. El buen Manuel, con una risa que siempre traía me decía que estaba bien. Yo continuaba con la broma borracha y él queriéndome cortar de manera amable. Hasta que de repente me percaté tras las sombras que no estaba solo el chaparrito de Irapuato, si no que estaba con una mujer que en esos tiempos era su quelite vengador. Fue en ese momento que le dije: No mames, pensé que estabas solo, y acto seguido salí a prisa hacia mi cuarto.
Vi algunas veces mas a la compañerita de mi roomie, en las cuales siempre me disculpaba con muca verguenza.